El misterio detrás del mundo esotérico
Entre las hierbas y plantas, esencias y flores, hermosas piedras y colores vivos, con su cabello corto y blanco por las canas, sus ojos café oscuro y labios suavemente pintados que se desvanece a medida que pasa el tiempo, un suave rubor sonroja sus mejillas; mientras, algunas gotas de sudor caen por su frente debido al calor que hace en el lugar. Mira fijamente a sus clientes cuando acaricia suavemente a sus plantas y las mima como si estas tuvieran vida. El lugar se distingue por un aroma particular, entre esencias y plantas de diversos tipos inicialmente de naturaleza exótica; los más usuales son para el amor, la salud, la prosperidad, la tranquilidad y la paz interior.
Lucila Cuellar nació en 1945 en Ibagué, Tolima. Su familia era humilde, conformada por su padre y madre, junto a cinco hermanos. Es reconocida en la plaza la 21 por ser una mujer emprendedora y espiritualmente alegre, actualmente tiene 70 años de edad y desde sus nueve años ha trabajado en diferentes labores en la plaza. Su primer empleo fue como vendedora de envueltos de maíz, frutas, verduras, tarea que desempeñó junto a su madre. Y posteriormente, desde sus 20 años, se ha dedicado al esoterismo que actualmente es su gran pasión.
A los 13 años tuvo una anécdota que la marcó para siempre, hasta pensó que estaba maldecida. Con sus ojos llorosos, cuenta que abandonó su casa cuando su padrastro intentó abusar sexualmente de ella y su madre no le creyó. Sacó lo único que le cupo en una maleta, viajó a otro pueblo e inició, como pudo, una nueva vida. Después de muchas dificultades logró ubicarse en el puesto de plantas medicinales que hoy en día tiene en la plaza la 21, situado en el módulo 4 entre los puestos del 440 al 454.
Tanto en el pasado como en la actualidad, los esotéricos más relevantes y poderosos han sido los curas y sacerdotes. Sin embargo, según Lucila, son los mayores opositores a esta labor porque “Dios nos puso los implementos en nuestro camino, como las plantas y piedras que nos ayudan dentro del campo espiritual”. El esoterismo lo suelen relacionar con la maldad, pero en realidad las personas que lo practican están ligadas a Dios y creen firmemente en su fe.
La mayor parte de su experiencia en cuanto al esoterismo, la adquirió por su primer esposo Hugo —lo menciona en voz baja como cualquier mujer que no quiere mencionar su pasado mientras se acerca lentamente para que su pareja actual no la escuche—. Otro manantial que expandió sus conocimientos fue leyendo libros esotéricos. El que más marcó su vida y uno de los primeros que leyó, fue la autobiografía de un Yogi de la India.
En su vitrina tiene llamativas piedras de colores.
—La amarilla es Citrino, se emplea para la prosperidad y protección, su energía es proyectiva. Es asociado con las deidas solares. La morada señala con su mano izquierda, donde se hace visible el anillo Atlante en su dedo anularse llama Ametista y recoge las malas energías y es receptiva, antiguamente esta piedra se introducía en el vino y aseguraban que quien bebía no se emborracharía ¿se imaginan? En el lugar se escuchan las fuertes carcajadas, incluso la de su esposo que con curiosidad se acercó un poco más para oír los relatos de su amada y fue considerada por mucho tiempo como “la piedra de la castidad”. La más común, se llama Jade y dependiendo de su color, así mismo será su energía.
Cada piedra tiene su función según su energía, planeta, elemento, poderes o afinidades con los signos del zodiaco y Chakras. Esta última compuesta por siete principales: la base, la umbilical, el plexo solar, el corazón, la laringe, el tercer ojo y la corona, que deben estar alineadas para que la persona tenga paz interior. También tiene cuarzos, los cuales “uno mismo los programa, como si fuera un computador, y según la programación que tiene ese cristal de cuarzo así mismo actuará”.
Su vestimenta cambia según el día, los ángeles y arcángeles. Los lunes viste de amarillo. El martes se ve radiante —como lo mencionó su esposo mientras la miraba con ternura a los ojos—con su vestido largo rosado. El miércoles, su pantalón blanco para las buenas nuevas. El jueves de color verde para la esperanza. El viernes de color oro o rubí, el sábado, violeta y el domingo, el color azul.
Detrás de esta mujer que produce misterio, se encuentran grandes saberes. Lucila afirma que el esoterismo es lo mejor que le ha pasado en su vida puesto que le ha brindado tranquilidad y paz interior, en que todo fluye dejando a un lado el estrés y saber manejar las situaciones que se le presentan, con su particular movimiento corporal y energía que transmite a quienes se le acercan , afirma que “nosotros somos los dueños de nuestro destino, nosotros somos los que creamos nuestra vida, los pensamientos de hoy se verán reflejados en el mañana” y con una sonrisa finaliza con su frase que suele emplear a diario “la fe mueve montañas”.